viernes, 15 de noviembre de 2013

Duelo. Acompáñame.



Cuando hablamos de  proceso de duelo, sucede que pensamos automáticamente en sobrevivir a la muerte de un ser querido, ¿verdad? No es estrictamente eso. Hay muchas formas de duelo.
En realidad es una pérdida: de un ser querido, de trabajo, de un hijo. Una pérdida que para nosotros es importante. ¿Quién tiene la fórmula para superar todos esos cambios? Es complicado porque, cuando estás mal o tienes miedo, te quedas paralizado. No puedes actuar de forma rápida y es comprensible. Desde la persona más sensible o emocional hasta la más fría en algún momento de su vida, cuando sufre una pérdida, se queda paralizada, mal. Somos seres humanos y nos lo podemos permitir, ¡faltaría más! Es un derecho otorgado. 


Lo malo es cuando te quedas en ese escalón que al final llega a ser tu zona de confort: "se me ha muerto mi…", "aquí me quedo… ", "ya no tiene sentido, mi vida". ¿Seguro? O: "me he separado, no encontraré a nadie más. Era la persona perfecta". ¿Seguro? Pero si en ese momento es complicado decidir porque te encuentras mal, ¿por qué decides entonces?
 
Todos podemos darnos un margen ante una situación tan complicada; un margen razonable, claro. Depende de cada uno el tiempo que necesitamos, pero un margen. Tu corazón protesta; que hable y que exprese lo que necesite.
¿Sabes que existen personas, profesionales, que pueden acompañarte a afrontar un duelo? Son expertos en ese tema. Además no todas las personas se ven capacitadas para ser expertas en un tema tan sumamente delicado. Así que, no tengas miedo de probar. Seguramente te irá bien. Y sí, es cierto, si alguien nos acompaña no nos devolverá a la persona perdida, o el trabajo, pero tal vez su punto de vista desde la objetividad nos sirva. Probablemente no haya consuelo. Sí, replanteamiento.